Algo se revuelve dentro de mí.
Es como un gusarajo de ocho patas que se adhiere a mis costillas desde el interior pretendiendo salir por mi garganta.
Me pregunto por qué será tan feo, por qué no será la musa o, para mí, el muso, del que tantos hablan, que viene con la varita mágica de la inspiración te toca y chao, se acabó el suplicio: iluminación.
Ah no no, eso sería demasiado sencillo y complicada es mi segundo nombre ¿qué decía? Ah sí...el muso...no...el gusarajo...
Ayer ordené mi vida un rato. Sí. Cumplí un par de horarios y resolví dos o tres límites que tenía pendientes. Bueno, los resolví más o menos. Ya se sabe lo que pasa con los límites, una se propone decir que no a éste o aquel y luego, bueno...ya se sabe, los pinchacitos en la tripa, ese taladrolor de cabeza culpable, unas cuantas docenas de músculos contracturados...lo de siempre, poco más.
Después de ordenar mi vida se puso a llover y después ya no me acuerdo.
Un rato más tarde, o sea, hoy, llegó el gusarajo y aquí me tiene, entregada, o sea, rendida a sus pies de bicho extraño, a ver qué quiere esta vez.
De momento poca cosa se le ofrece. Tengo sueño y sigue lloviendo. Ya empiezan a molestarme sus zarpas abrazapando mis pulmones y los dos sabemos que cuando la cosa llega a este punto más vale recapitular, que luego todo se nos va de madre y acabamos lamentando nuestros escupitajos blogueros por las esquinas.
Me...parece que...Gusarajo...qu...i...e.r..e...d......or...mmmm............
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