domingo, 10 de junio de 2018

La llorante

No sé qué me pasa.

Me subo al bus que me aleja de mi ciudad por unos días y se me caen las lágrimas.

Yo que me creía una renegada, una superada de este lugar, una renunciante de todas las cosas malas que lo componen, me subo al bus y se me caen las lágrimas, que parecen querer adelantarse dramáticamente a lo que será para siempre.

Decido dejar de pensar (¡Ja!)

Si lloro, lloro y no me cuestiono más. Algo saldrá de ésta, algo que en un mes se me olvidará y más tarde, lo que sea que toque, lo traerá de nuevo en espiral. Siempre aprendo en espiral. Tanto ir y venir me he dado cuenta que las espirales son las únicas constantes que me acompañan.

Así que lloro y ya está. No soy la superada, ni la renunciante, ni nada, pero tampoco soy la arrepentida, cobarde o lo que sea que las lágrimas más meticonas me quieran contar.

Ahora soy la llorante, la que llora ahora, la que lo único que hace en este momento es llorar. Después viene la escribiente de lo que le pasa, la que escribe lo que le ocurre sin saberlo de verdad, pero segura de que es lo más verdad que le puede llegar a pasar.

Afuera es primavera y hoy está lloviendo.

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