No quiero nada. Los libros, fotos y cartas que me hacen falta viajarán en una pequeña caja y los indispensables conmigo,no se vayan a extraviar.
Ya está, no quiero nada más. Debo viajar ligera, y ya me duele demasiado la espalda.
No me pesa dejar atrás, lo que me aterroriza es la carga, de dónde salió tanta, cómo no tiré, regalé, reubiqué antes este millón de cosas. Ya no las quiero ¡no las quiero, joder! Me matan.
Casi no puedo respirar, el pasillo está lleno de bolsas y cajas con bichos inertes . Antes esos mismos animales muertos ocupaban su lugar exacto chupapolvo sobre las baldas y ahora ese mismo lugar está vacío, aliviado, respira de nuevo, no como mi tórax, donde las costillas viven aplastadas por todo lo que las rodea.
Creo que hasta que esta casa esté vacía yo no estaré completa, por muy extraño que me parezca. Porque es raro, es muy raro sentir cómo de pronto sólo quieres olvidar, borrar, dejar atrás, soltar amarras, soltar amarras…
No hay más, no quiero que haya nada más, nunca más. Aprender de lo acumulado y del alivio que deja cuando se va. Despejar el horizonte y dejar que la nada expanda los pulmones una y otra y otra vez.
Y ya está
Agarrar una maleta a cada lado
Dejar ir todo lo demás
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